Uno de los errores más frecuentes es circular con neumáticos desinflados. Muchas personas no revisan la presión de manera periódica, lo que aumenta el consumo de combustible y genera mayor desgaste en los costados de la llanta. En ciudad, esto se traduce en un mayor gasto; en carretera, en un riesgo elevado de perder el control en curvas o al frenar.
El segundo error es sobrecargar de aire los neumáticos. Pensando que así consumirán menos combustible, algunos conductores inflan por encima de lo recomendado. Esto disminuye el área de contacto con el suelo, afecta la tracción y aumenta las posibilidades de un reventón, sobre todo en trayectos largos a alta velocidad.


Un tercer error habitual es no respetar las presiones recomendadas por el fabricante. Cada vehículo tiene valores específicos para uso en ciudad y para carretera, que suelen estar indicados en la puerta del conductor o en el manual. Ignorar estas referencias y guiarse solo por “lo que se siente bien” compromete la seguridad y la durabilidad de las llantas.
Cada vehículo tiene valores específicos para uso en ciudad y para carretera, que suelen estar indicados en la puerta del conductor o en el manual.
El cuarto error está relacionado con no medir la presión en frío. Los neumáticos se expanden al calentarse durante la conducción, por lo que si se revisan después de rodar, la lectura será mayor a la real. Esto lleva a inflar menos de lo necesario. Lo correcto es verificar la presión antes de salir o tras varias horas de reposo.
Finalmente, muchos cometen el error de no revisar la presión de la llanta de repuesto y de no considerar la diferencia entre manejar en ciudad y en ruta. Para recorridos urbanos, la presión estándar es suficiente; pero en carretera, con mayor carga y velocidad, se recomienda ajustarla un poco más según el manual del fabricante. Descuidar estos detalles deja sin respaldo al conductor en caso de emergencia y aumenta los riesgos en trayectos largos.
